Kilómetros recorridos por calles fantasmas que involucionan a nuestro paso siendo víctimas de la falsedad de la multitud, siendo mentira la sangre que se derrama y una actuación la piel que se revuelca en ellas. Las mismas imploran agudos fríos de tristeza verdadera, auténtica, dolorosa y se escuchan una vez más las carcajadas sarcásticas de los que no entienden nada y van lentamente en la rapidez que desean. Alguien destruyó algo si es así que todos lo piensan, echándole la culpa al resto, estancados en la decisión de si seguir caminado al cielo o corriendo con lobos.
Una ceremonia de silencio que abarca un estado de infinita tranquilidad y amor, un simple cáliz con un toque divino y un toque humano, pan para los trabajadores y serenidad para los débiles.
Volveré a caer, volveré a ver tu cuerpo desnudo mientras te paseas a leer, volveré a admirar las telarañas que se van formando en tus ojos y probablemente seguiré viviendo en esta carnicería. Pero es así como se encuentran más salidas que entradas que en realidad terminan siendo lo mismo, todo termina en un cadáver piensa el pueblo.
Vía Crucis.
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