Contemplamos La Presencia de Dios Padre en todos lados,
la mirada de Cristo en cada una de las cosas que conocemos y que no conocemos,
las Gracias del Espíritu Santo derramadas en todos los seres humanos,
el Amor Trinitario y el fuego que arde en nuestro corazón, arde y arde sin cesar.
El Evangelio de hoy confirmó lo que hablábamos con la santa Flor de Nuestro Señor. La libertad que parece ser entregada porque hay amor, porque se vive la Divina Voluntad aún cuando parece haber oscuridad. Pero para oscuridades está la comunidad, y el lugar geográfico en el que por una razón u otra estamos varados, no es sólo un espacio, El mismo Cristo permanecía con sus Discípulos aún cuando no tuvo donde reclinar la cabeza, y no olvidemos que lo que pasó en Betania pasó en Betania, lo demás no fue allí, aunque estaba todo cerquita y se sintió en todos lados...
Nadie insiste en algo en lo que no hay que insistir, porque en ese caso no hay verdadera insistencia, sólo esperanzas, ideas, proyecciones efímeras. Pero nos mantenemos sin contacto y tan cerca por Divina Voluntad. Porque algo quedó inconcluso en algún pueblo, y porque Cristo iba de lugar en lugar, pero tenía su comunidad, su comunidad lo esperaba y nadie más lo consideraba parte de su comunidad, sólo su comunidad.
Y como nada es casualidad, hay sentimientos mutuos, sufrimientos también los hay, todos debemos animarnos, a todos nos falta animarnos. No nos olvidemo que el SI es constante. Porque ninguno de nosotros queremos pasar por el portal de Jerusalén y no ver vehículos estacionados, y no es soberbia, es amor.
La comunidad confirma. Aunque uno de los frutos del buen espíritu sea la contradicción. Nos arde el corazón, que nos arda el corazón, porque vamos en comunidad, con Jesús al lado, partiendo el pan, hablando boludeces con nosotros, sus amigos, como se habla con todos los amigos, y sin tener que ser protagonista de nada, ellos quisieron descansar y se multiplicó el pan, pero Cristo explicaba sus parábolas a sus discípulos, detalladamente, con amor, con dedicación, ellos también hablaban entre ellos, pero el Maestro siempre estaba y era EL UNICO PROTAGONISTA, porque nadie, pero nadie, lo superaba ni en amor, ni en conocimiento ni en misericordia, los discípulos TODOS se sentaban a escucharlo y se sentían LIBRES, porque Cristo está Vivo y Él delega, y ya delegó, ¿Por qué sentirse así? Tiraar bombas, tener que tocar la guitarra, tener que hablar, tener que explicar, tener que poner orden...No... Los discípulos, María, María Magdalena, escuchaban al instrumento del Padre en la tierra, a Dios, al Hijo de Dios, su corazón ardía, brotaba amor, en comunidad, lo necesitaba, los disfrutaban...
Gracias FLOR.
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